'Buenas intenciones' que te joden el día.
'La intención es lo que cuenta', es lo que llevamos oyendo toda la vida. Pues no, perdona.

A - Yo no te lo digo para que te enfades.
B - ¿No crees que es algo que me puede molestar oír?, y más viniendo de ti, que eres de mi círculo de confianza.
A - Creo que te lo estás tomando muy mal, yo quería ayudarte a verlo de otra manera. Seguro que esto en otro momento de tu vida lo piensas y no es para tanto.
B - Y dale… Tú sigue… No sé para qué te cuento las cosas si después me vuelcas todo esto en la cara y me acabo sintiendo peor.
A - ¡Pues ya está! La próxima vez no te diré nada.
B - Justo eso es lo que necesito, que te enfades conmigo por decirte que algo me molesta.
A - ¡Es que no se te puede decir nada!
B - Pues para no poder decir nada, mira que casualidad que siempre me dices lo primero que se te pasa por la cabeza, sin pensar si eso es lo que quiero escuchar. Y ese es el problema, que yo no quiero que tengas una ‘intención de ayudarme’, yo solo quiero que me escuches.
. . .
¿Escuchas cuando alguien te habla?
¿Sientes que las demás personas te escuchan?
Hay una cosa que nos aterroriza (bueno, igual terror no sientes, pero si te incomoda), y eso es ver a gente querida sufrir.
Suele pasar que cuando alguien viene a ‘soltar’ lo que le pesa, buscamos neutralizar lo que eso nos hace sentir.
Me explico.
Seamos sinceros…
¿A quién ayudan las ‘buenas intenciones’?
A los bienintencionados. A nadie más.
Usamos la ‘buena intención’ para ayudarnos a nosotros mismos. Hacer ver que lo que alguien te cuenta (y que le hace sufrir) tiene una solución aparentemente sencilla, te tranquiliza a ti y recorta el espacio de expresar emociones desagradables de la otra persona.
Las buenas intenciones cierran la puerta al desahogo a quien lo necesita, y al mismo tiempo, abren una vía de escape, un camino cómodo para aquellas personas que no han aprendido a vivir las emociones desagradables como algo normal.
Es frecuente contarle a alguien algo que te pasa y ver cómo sutilmente se dirige hacia esa puerta que le abren las ‘buenas intenciones’. No hay nada que joda más que hablar y que no te escuchen. Te oyen, si, pero para preparar una respuesta ‘bienintencionada’. Te oyen, pero no te escuchan ni tienen intención de hacerlo. No te entienden, no buscan comprender qué te ocurre.
Es muy natural que nos veamos enredados en estas situaciones en el día a día.
Y es que ver sufrir a alguien es incómodo.
No digas que no te incomoda que tu amiga te cuente que lo pasa mal por no se qué del trabajo o porque no se siente bien consigo misma, o por no se quién que ya se veía venir que era un cabrón. Te molesta como a todos.
Es incómodo ver a la gente sufrir.
No pasa nada por decirlo.
Sentir incomodidad no te hace mal padre, mala amiga, mal compañero, mala profesora… Te hace ser humana/o.
Nos han educado para ‘cerrarle las puertas’ a lo desagradable. La tendencia a evitar situaciones desagradables para nosotros es muy habitual. Y eso puede ocasionarnos problemas.
Discusiones.
Dificultades para entendernos con quien queremos.
Por suerte también es un mecanismo muy adaptativo. Imagina estar aguantando a gilipollas todo el día y no aprender evitar a esas personas en el futuro. A veces, la evitación también es sana y nos permite adaptarnos al medio.
¿Y qué podemos hacer?
Pues depende.
Depende, porque en psicología las respuestas suelen ser largas, elaboradas y con muchos matices según cada situación y persona. Esa respuesta, la larga, aquí no te la puedo dar. De lo que si te aviso es de que las recetas para la estabilidad emocional y la vida feliz no existen. Si alguien te las vende, te está estafando.
Aun así, voy a intentar responder con una vía que puede resultar útil.
Las personas reaccionamos ante lo que nos pasa. Nos alegramos, nos entristecemos, nos sentimos ansiosas, nos sentimos avergonzadas. Todas las personas vamos a sentir cosas agradables y desagradables todo el rato.
Y ahí está la clave.
Sentir algo desagradable es normal.
Sentir algo agradable es normal.
Nada es bueno ni malo per se a la hora de sentir. Es la vida y hay que vivirla.
Y hay que darle espacio a sentirse mal.
Si no le damos espacio a una emoción (propia o ajena), estaremos ignorando una señal que puede ser vital.
Por eso, es muy importante que sepas que si alguien quiere hablar de algo que le hace sufrir, puedes parar un momento y preguntarte: ¿merece la pena esta persona como para yo sentirme incómodo un rato?
Si la respuesta es sí, adelante, suelta el ‘Manual de las buenas intenciones’ y presta atención a esa persona.
Céntrate y acepta que un rato de incomodidad irá seguido de unas risas y probablemente una cerveza de agradecimiento. Como mucho, lo que va a pasar es que vas a volver a tu vida con normalidad después de un rato de sentirte incómoda/o por estar cerca de una persona querida cuando lo ha necesitado.
Acompaña y no busques sacar a la persona de lo que siente. Igual dar espacio a esas emociones hace que tu familiar/amistad vea las cosas más claras y consiga solucionar lo que le pasa.
Apoya y no hagas más, ya es más que suficiente. Quizás ‘soltar’ y seguir con su vida sin cambiar nada es lo que necesite, porque su jefe es un capullo y no tiene porque ‘verlo de manera positiva’. Es más, si ayudamos a la gente a normalizar comportamientos abusivos de otras personas, ¿de qué manera va a ser eso positivo para su vida?
Pregunta. Antes de decir lo primero que se te venga a la cabeza, mejor pregunta a esa persona si quiere saber lo que tienes que decir. Escucha, pregunta, da tu opinión si te la piden o aceptan. En ese orden.
Por último. Si estás ante ese tipo de persona que se queja constantemente de lo mismo todo el rato. Si quieres animarle a que busque una solución y no se quede dando palos de ciego y lamentándose. Primero escucha. Si escuchas, será más fácil que luego te escuche a ti. Si eres capaz de hacer que alguien se sienta mejor por haber ‘soltado’ contigo, luego te escuchará mejor y quizá sigue tus consejos con mayor probabilidad.
Buscar una solución y aconsejar no es lo mismo que ‘sacar el manual de las buenas intenciones’.
Buscar una solución es que primero te escucho y luego te señalo lo que considero que te puede venir bien y lo que te está viniendo mal. Lo hago porque te conozco y te escucho, se lo que te pasa.
Sacar el ‘Manual de las buenas intenciones’ es huir. Dejar sola a una persona que busca ayuda por escapar de un momento de incomodidad.
Todo esto es una manera general de hablar sobre conflictos cotidianos. No sustituye al servicio de terapia psicológica en ningún caso. De necesitarlo, te animo a buscar un profesional. Puedo ser yo u otros. Hay miles por la red.
Si has llegado hasta aquí, eres increíble leyendo turras de psicólogos. Sobresaliente.